Los Miserables

I. Travesuras del viento

Los Miserables

I. Travesuras del viento

Desde 1823, mientras el bodegón de Montfermeil desaparecía poco a poco, no en el abismo de una bancarrota sino en la cloaca de las deudas peque­ñas, los Thenardier habían tenido dos hijos varo­nes; ahora eran cinco, dos mujeres y tres hom­bres, lo que fue demasiado para ellos.

La Thenardier se deshizo de los dos últimos, cuando eran aún muy pequeños, con una singular facilidad. Su odio al género humano empezaba en sus hijos varones. ¿Por qué? Porque sí.

Expliquemos cómo llegaron a librarse de estos hijos. Su gran amiga Magnon, que fuera criada del señor Gillenormand antes de Nicolasa, había conse­guido sacarle al pobre viejo una buena pensión para sus dos hijos, haciéndole creer que era el padre. Pero en una epidemia murieron ambos en el mismo día. Esto fue un gran golpe, porque los niños repre­sentaban ochenta francos al mes para su madre.

La Magnon buscó una solución. Ella necesita­ba dos hijos; la Thenardier los tenía, de la misma edad y sexo, y le estorbaban. Fue un buen arreglo para las dos madres y así los niños Thenardier se convirtieron en riiños Magnon.

La Thenardier exigió diez francos al mes por el préstamo de sus hijos, lo que fue aceptado y pagado regularmente. En tanto, el señor Gillenor­mand iba cada seis meses a ver a los niños, y no notó el cambio.

—Señor —le decía la Magnon—, ¡cómo se pare­cen a vos!

Thenardier, para evitar problemas, se convirtió en Jondrette. Sus dos hijas y Gavroche apenas habían tenido tiempo de notar que tenían dos hermanos. En cierto grado de miseria se apodera del alma una especie de indiferencia espectral y se ve a los seres como a ánimas en pena.

Los dos niños tuvieron suerte, pues fueron criados como señoritos, y estaban mucho mejor que con su verdadera madre. La Magnon los cui­daba, los vestía bien y jamás decía ni una sola palabra en argot delante de ellos.

Así pasaron algunos años. Pero la redada he­cha en el desván de Jondrette repercutió en una parte de esa inmunda sociedad del crimen que vive oculta. La prisión de Thenardier trajo la pri­sión de la Magnon.

Poco después de que ésta entregara a Eponina el mensaje relativo a la calle Plumet, se verificó en su barrio una repentina visita de la policía y la Magnon fue apresada.

Los dos niños jugaban afuera y no se dieron cuenta. Al volver hallaron la puerta cerrada y la casa vacía. Un vecino les dio un papel que les dejara la madre, con una dirección a la que de­bían dirigirse.

Los niños se alejaron, llevando el mayor el pa­pel en la mano; hacía mucho frío, sus dedos hin­chados se cerraban mal y apenas podían sostener el papel. Al dar vuelta la esquina se lo llevó una ráfaga de viento, y como caía la noche no pudieron encontrarlo. Se pusieron a vagar por las calles.

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