Los Miserables

II. Javert contento

Los Miserables

II. Javert contento

Veamos lo que había pasado.

Acababan de dar las doce y media cuando el señor Magdalena salió de la sala del tribunal de Arras. Poco antes de las seis de la mañana llegó a M. y su primer cuidado fue echar al correo su carta al señor Laffitte, y después ir a ver a Fantina.

Apenas Magdalena abandonó la sala de au­diencia y fue puesto en libertad Champmathieu, el fiscal expidió una orden de arresto, encargando de ella al inspector Javert. La orden estaba conce­bida en estos términos: "El inspector Javert reduci­rá a prisión al señor Magdalena, alcalde de M., reconocido en la sesión de hoy como el ex presi­diario Jean Valjean".

Javert se hizo guiar al cuarto en que estaba Fantina. Se quedó junto a la puerta entreabierta; estuvo allí en silencio cerca de un minuto sin que nadie notara su presencia, hasta que lo vio Fantina.

En el momento en que la mirada de Magda­lena encontró la de Javert, el rostro de éste ad­quirió una expresión espantosa. Ningún senti­miento humano puede ser tan horrible como el de la alegría.

La seguridad de tener en su poder a Jean Valjean hizo aflorar a su fisonomía todo lo que tenía en el alma. El fondo removido subió a la superficie. La humillación de haber perdido la pis­ta y haberse equivocado respecto de Champma­thieu desaparecía ante el orgullo de ahora. Javert se sentía en el cielo. Contento a indignado, tenía bajo sus pies el crimen, el vicio, la rebelión, la perdición, el infierno. Javert resplandecía, exter­minaba, sonreía. Había una innegable grandeza en aquel San Miguel monstruoso.

La probidad, la sinceridad, el candor, la con­vicción, la idea del deber son cosas que en caso de error pueden ser repugnantes; pero, aún re­pugnantes, son grandes; su majestad, propia de la conciencia humana, subsiste en el horror; son vir­tudes que tienen un vicio, el error. La despiadada y honrada dicha de un fanático en medio de la atrocidad conserva algún resplandor lúgubre, pero respetable. Es indudable que Javert, en su felici­dad, era digno de lástima, como todo ignorante que triunfa.

Download Newt

Take Los Miserables with you