Los Miserables

IV. Los preparativos

Los Miserables

IV. Los preparativos

Los periódicos de la época, que han dicho que la barricada de la calle de Chanvrerie era casi inex­pugnable y que llegaba al nivel del piso principal, se equivocaron. No pasaba de una altura de seis o siete pies, como término medio.

Enjolras y sus amigos hicieron dos barricadas, una en la calle Chanvrerie y, contigua a ésta, otra más pequeña en la callejuela Mondetour, oculta detrás de la taberna y que apenas se veía. Los pocos transeúntes que se atrevían a pasar en aquel momento por la calle Saint—Denis, echaban una mirada a la calle Chanvrerie, veían la barricada y apresuraban el paso.

Cuando estuvieron construidas las dos barri­cadas y enarbolada la bandera, se sacó una mesa fuera de la taberna; y en ella se subió Courfeyrac. Enjolras transportó un cofre cuadrado que esta­ba lleno de cartuchos; Courfeyrac los distribu­yó. A1 recibirlos temblaron los más valientes, y hubo un momento de silencio. Cada uno reci­bió treinta.

Muchos tenían pólvora y comenzaron a prepa­rar más cartuchos con las balas que se fundían en la taberna. Sobre una mesa aparte, cerca de la puerta, colocaron un barril de pólvora, bien guar­dado. Entretanto, la convocatoria que recorría todo París a toque de tambores no cesaba, pero había terminado por no ser más que un ruido monóto­no del que nadie hacía caso.

Concluidas ya las barricadas, designados los puestos, cargados los fusiles, situados los centine­las, solos en aquellas calles temibles por donde no pasaba ya nadie, rodeados de aquellas casas mudas, en medio de esas sombras y de ese silencio que tenía algo trágico y aterrador, aislados, armados, resueltos, tranquilos, esperaron.

En aquellas horas de terrible espera, los ami­gos se buscaron y en un rincón de Corinto esos jóvenes, tan cercanos a una hora suprema, ¿qué hicieron? Escucharon los versos de amor que reci­taba en voz baja Prouvaire, el poeta.

Pues el insurgente poetiza la insurrección, y era por un ideal que estaban allí; no contra Luis Felipe sino contra la monarquía, contra el domi­nio del hombre sobre el hombre. Querían París sin rey y el mundo sin déspotas.

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