Los Miserables

II. Babet, Gueulemer, Claquesous y Montparnasse

Los Miserables

II. Babet, Gueulemer, Claquesous y Montparnasse

Estos son los nombres de los cuatro bandidos que gobernaron desde 1830 a 1835 el tercer subterrá­neo de París.

Gueulemer tenía por antro la cloaca de Arche ­Marion. Era inmenso de alto, musculoso, el torso de un coloso y el cráneo de un pajarillo. Era asesino por flojera y por estupidez.

Babet era flaco a inteligente. Había trabajado en las ferias, donde ponía este afiche: Babet, artis­ta—dentista. Nunca supo qué fue de su mujer y de sus hijos. Los perdió como se pierde un pañuelo. Excepción a la regla, Babet leía los periódicos.

Claquesous era la noche; esperaba para salir que la noche estuviera muy negra. Salía por un agujero en la tarde, y entraba por el mismo aguje­ro antes de que amaneciera. ¿Dónde? Nadie lo sabía. Era ventrílocuo.

Un ser lúgubre era Montparnasse. Muy jo­ven, menos de veinte años, bello rostro, labios rojos, cabellos negros, la claridad de la prima­vera en sus ojos; tenía todos los vicios y aspira­ba a todos los crímenes. Era gentil, afeminado, gracioso, robusto, feroz. Vivía de robar con vio­lencia; quería ser elegante, y la primera elegan­cia es el ocio; el ocio de un pobre es el crimen. A los dieciocho años tenía ya muchos cadáveres tras él.

Estos cuatro hombres no eran cuatro hombres. Eran una especie de misterioso ladrón con cuatro cabezas que trabajaba en grande en París.

Gracias a sus relaciones, tenían la empresa de todas las emboscadas y "trabajos" de la ciudad. Todo el que quería ejecutar una idea criminal recurría a ellos.

Patron Minette es el nombre con que se cono­cía en las minas subterráneas la asociación de estos hombres. En la antigua lengua popular, Pa­tron—Minette se llamaba a la mañana, así como "entre perro y lobo" significaba la noche. El nombre venía seguramente de la hora en que termina­ban su trabajo.

Entre los principales afiliados a Patron—Minette, se menciona a Brujon, Bigrenaille, Boulatruelle, Deux—milliards, etc.

Al terminar su faena, se separaban y se iban a dormir, algunos en los hornos de yeso, algunos en canteras abandonadas, otros en las cloacas. Se sepultaban.

¿Qué se necesita para hacer desaparecer esas larvas? Luz. Mucha luz. Ni un murciélago resiste la luz del alba. Hay que empezar por iluminar la sociedad de arriba.

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