Los Miserables

V. Gavroche, preciso calculador de distancias

Los Miserables

V. Gavroche, preciso calculador de distancias

Marius cumplió su promesa, y besó aquella frente lívida perlada de un sudor glacial. Un dulce adiós a un alma desdichada.

Se estremeció al mirar la carta que Eponina le había dado; sabía que era algo grave, y estaba impaciente por leerla. Así es el corazón del hombre; apenas hubo cerrado los ojos la desdichada niña, Marius sólo pensó en leer la carta.

Tendió suavemente a Eponina en el suelo y se fue a la sala baja. Algo le decía que no podía leer la carta delante del cadáver. La carta iba dirigida a la calle Verrerie, 16. Decía:

"Amor mío: Mi padre quiere que partamos en seguida. Estaremos esta noche en la calle del Hom­bre Armado, número 7. Dentro de ocho días esta­remos en Londres. Cosette. 4 de junio."

Lo que había pasado puede decirse en breves palabras. Desde la noche del 3 de junio, Eponina tuvo un solo proyecto: separar a Marius de Cosette. Había cambiado de harapos con el primer pilluelo con que se cruzó, el cual encontró divertido vestir­se de mujer mientras Eponina se vestía de hombre.

Ella era quien había escrito a Jean Valjean en el Campo de Marte la expresiva frase "mudaos", que lo decidió a marcharse.

Cosette, aterrada con este golpe imprevisto, había escrito unas líneas a Marius. Pero, ¿cómo llevar la carta al correo? En esta ansiedad, vio a través de la verja a Eponina, vestida de hombre, que andaba rondando sin cesar alrededor del jar­dín. Le dio cinco francos y la carta diciéndole: "Llevadla en seguida a su destino". Ya hemos visto lo que hizo Eponina.

Al día siguiente, 5 de junio, fue a casa de Courfeyrac a preguntar por Marius, no para darle la carta, sino "para ver", lo que comprenderá todo enamorado celoso. Cuando supo que iban a las barricadas, se le ocurrió la idea de buscar aquella muerte como habría buscado otra cualquiera y arrastrar a Marius. Siguió pues a Courfeyrac, se informó del sitio en que se construían las barrica­das; y como estaba segura de que Marius acudiría lo mismo que todas las noches a la cita, porque no había recibido la carta, fue a la calle Plumet, esperó a Marius y le dio, en nombre de sus ami­gos, aquel aviso para llevarle a la barricada. Contaba con la desesperación de Marius al no encon­trar a Cosette, y no se engañaba. Volvió en segui­da a la calle de la Chanvrerie, donde ya hemos visto lo que hizo: morir con esa alegría trágica, propia de los corazones celosos que arrastran en su muerte al ser amado, diciendo: ¡No será de nadie!

Marius cubrió de besos la carta de Cosette. ¡Lo amaba! Por un momento creyó que ya no debía morir, pero después se dijo: Se marcha; su padre la lleva a Inglaterra, y mi abuelo me niega el permiso para casarme; la fatalidad continúa sien­do la misma.

Pensó que le quedaban dos deberes que cum­plir: informar a Cosette de su muerte enviándole un supremo adiós, y salvar de la catástrofe inmi­nente que se preparaba a aquel pobre niño, her­mano de Eponina a hijo de Thenardier. Escribió con lápiz estas líneas:

"Nuestro matrimonio era un imposible. Hablé con mi abuelo y se opone; yo no tengo fortuna y tú tampoco. Fui a lo casa y no lo encontré; ya sabes la palabra que lo di, ahora la cumplo; mori­ré. Te amo. Cuando leas estas líneas mi alma estará cerca de ti y lo sonreirá."

No teniendo con qué cerrar la carta, dobló el papel y lo dirigió a Cosette en la calle del Hombre Armado 7.

Escribió otro papel con estas líneas: "Me llamo Marius Pontmercy. Llévese mi cadáver a casa de mi abuelo el señor Gillenormand, calle de las Hijas del Calvario número 6, en el Marais".

Guardó este papel en el bolsillo de la levita, y llamó a Gavroche. El pilluelo acudió a la voz de Marius y lo miró con su rostro alegre y leal.

—¿Quieres hacer algo por mí?

—Todo —dijo Gavroche—. ¡Dios mío! Si no hu­biera sido por vos me habrían comido.

—¿Ves esta carta?

—Sí.

—Tómala. Sal de la barricada al momento, y mañana por la mañana la llevarás a su destino, a la señorita Cosette, en casa del señor Fauchele­vent, calle del Hombre Armado, número 7.

El niño, muy inquieto, contestó:

—Pero pueden tomar la barricada en esas ho­ras, y yo no estaré aquí.

—No atacarán la barricada hasta el amanecer, según espero, y no será tomada hasta el medio­día.

—¿Y si salgo de aquí mañana por la mañana?

—Sería tarde. La barricada será probablemente bloqueada: se cerrarán todas las calles y no po­drás salir. Ve en seguida.

Gavroche no encontró nada que replicar; que­dó indeciso y rascándose la oreja tristemente. De repente, con uno de esos movimientos de pájaro que tenía, cogió la carta.

—Está bien —dijo.

Y salió corriendo por la calle Mondetour.

Se le había ocurrido una idea que lo había decidido, pero no dijo nada, temiendo que Marius hiciese alguna objeción. Esta idea era la siguiente:

Apenas es medianoche, la calle del Hombre Armado no está lejos; voy a llevar la carta en seguida, y volveré a tiempo.

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