10. La forma del terreno
Dice el maestro Sun:
El terreno puede ser: accesible, intrincado, indeciso, estrecho, accidentado, distante.
El terreno al que podemos llegar tanto nosotros como el enemigo, se llama accesible. En el terreno accesible, el primero que llega debe ocupar los lugares altos y soleados y asegurar las vías de suministro, para luchar con ventaja.
El terreno en el que es fácil avanzar pero difícil retroceder se llama intrincado. En el terreno intrincado, si el enemigo no está preparado, ve contra él y vencerás; si está preparado y vas contra él, perderás, y no podrás retroceder.
El terreno en el que ni nosotros ni el enemigo tenemos ventaja se llama indeciso. En el terreno indeciso, no debemos atacar aunque el enemigo nos ofrezca ventaja. Debemos retirarnos para atraerlo, y atacar con ventaja cuando se mueva la mitad de su ejército.
Debemos ser los primeros en ocupar el terreno estrecho, bloquear los pasos y esperar la llegada del enemigo. Si el enemigo ya lo ha ocupado y bloquea los pasos, no debemos perseguirlo; si no bloquea los pasos, debemos perseguirlo.
Debemos ser los primeros en llegar al terreno accidentado, ocupar los lugares altos y soleados y esperar al enemigo. Si el enemigo ya lo ha ocupado, no lo persigas y retírate para atraerlo.
En terreno distante, si nuestras fuerzas son semejantes a las del enemigo, no debemos tomar la iniciativa: no habrá ventaja en luchar.
Estos son los seis principios del arte del terreno, es responsabilidad del general examinarlos.
Un ejército se expone: a la huida, a la insubordinación, a la parálisis, al colapso, al caos, a la derrota. Estas seis calamidades no proceden ni de la tierra ni del cielo, sino que dependen del general.
Si el potencial es el mismo, cuando un ejército se enfrenta a otro diez veces superior, la consecuencia será la huida. Si los soldados son fuertes y el mando es débil, la consecuencia será la insubordinación. Si los soldados son débiles y el mando es fuerte, la consecuencia será la parálisis. Si los altos oficiales son iracundos y desobedientes, y al encontrarse con el enemigo toman la iniciativa, llevados por el resentimiento y sin que el general sepa si es posible vencer, la consecuencia será el colapso. Si el general es débil y carece de autoridad, si no hay reglas fijas para oficiales y soldados, si reina el desorden entre las tropas, la consecuencia es el caos. Si el general no sabe evaluar al enemigo y envía a pocos contra muchos, si lo débil golpea a lo fuerte, si los mejores hombres no están en la vanguardia, la consecuencia será la derrota.
Estos son los seis principios que llevan al fracaso; es responsabilidad del general examinarlos.
La forma del terreno puede ayudar al ejército. Evaluar al enemigo, favorece la victoria; analizar los peligros, los lugares estratégicos, lo distante y lo cercano: esto es el arte de un gran general. Quien en la guerra conoce estos factores, obtiene una victoria segura. Quien en la guerra ignora estos factores, obtiene una derrota segura.
Si el arte militar indica una victoria segura, pero el soberano dice que no debes luchar, es necesario luchar. Si el arte militar indica una derrota, pero el soberano dice que debes luchar, es necesario no luchar. Por lo tanto, el general que avanza sin buscar la fama y que retrocede sin temer la infamia, que solo piensa en proteger al pueblo y servir a su soberano, es el tesoro del estado.
Considera a tus soldados como a niños pequeños y ellos te seguirán a los valles más profundos; cuida a tus soldados como a tus hijos queridos y te acompañarán hasta la muerte.
Si eres indulgente pero no eres capaz de establecer tu autoridad, si les quieres pero no eres capaz de imponer tus órdenes, si hay confusión y no eres capaz de dominar el desorden, los soldados serán como niños traviesos y no resultarán útiles.
Si sabemos que nuestros soldados pueden atacar, pero no sabemos si es posible atacar al enemigo, estamos a mitad de la victoria. Si sabemos que se puede atacar al enemigo pero no sabemos si nuestros soldados pueden atacar, estamos a mitad de la victoria. Si sabemos que es posible atacar al enemigo y también sabemos que nuestros soldados pueden atacar, pero no sabemos si el terreno es adecuado para la batalla, estamos a mitad de la victoria. Por lo tanto, quien conoce la guerra, cuando se mueve, nunca se equivoca; cuando se pone en acción, nunca es vencido. Por eso se dice: «Quien conoce al enemigo y se conoce a sí mismo nunca será vencido, quien conoce el cielo y conoce la tierra logrará una victoria completa».